viernes, 19 de abril de 2024

La mesa de Jesucristo

 Un fino mantel cubría la mesa del recinto   que se había colocado para la ocasión, y sobre el  una hermosa vajilla.

Tres mujeres  que  se habían   conocido y entablado amistad en dicha actividad religiosa  la cual había dado un receso para el almuerzo, vinieron trayendo  la  comida en tazas desechables en sus manos, y como no encontraron  lugar se sentaron en una esquina de la mesa. Inmediatamente vinieron los  encargados y les dijeron  que no podían sentarse ahí  que debían retirarse. 

Dos de ellas  se levantaron con pena pero una  hizo caso omiso, y  en ese momento llegaron las personas a quienes se les  había asignado aquel lugar y tomaron asiento. 

Ninguna   la miro tampoco  la saludaron, aunque todos los comenzáles que se sentaron a la mesa con ella  eran los pastores de las diferentes congregaciones de dicha denominación allí presente. 

No  solamente en  la mesa sino también en el menú   se veía la diferencia , pero ella sin ninguna preocupación abrió  la taza y comio lentamentemente cada bocado y se retiro cuando lo considero apropiado  ante el asombro de los que miraron aquella escena. 

Asombro para los que consideraron una osadía de parte de la mujer de  no obeder y tomar un lugar que no le correspondía, pero  también para los que entendieron que estos señores tienen que predicar con el ejemplo y son los más  llamados a dar testimonio de amor y respeto. Pues Jesucristo pagó por todos sin acepción un mismo precio, por lo tanto delante  de sus ojos no hay  nadie de mayor  o menor valor. 

Pero si estas conductas  son frecuentes en esta tierra  no será así en el reino de los cielos,  en donde Jesucristo tiene dispuesta una mesa y preparada una cena para todos los que le aman,  los cuales el considera  sus amigos, para que coman y beban y se gocen con el por toda la eternidad.

Un lugar especial para todos los hijos de Dios,  asignado por el Señor que jamás les  será quitado. 


Y el ángel me dijo: Escribe: Bienaventurados los que son llamados a la cena de las bodas del Cordero. Y me dijo: Estas son palabras verdaderas de Dios. 

Apocalipsis  19:9


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